18 KING LEAR LEE SU ABDICACIÓN ANTE EL PUEBLO

Este reino creé por amor a una doncella morisca y gitana, cuyo corazón gané de buena lid, en relatos y amores, en desiertos infinitos y noches de húmedos e eternos temblores. Nuestros cuerpos fueron uno, y después dos y nuevamente uno, como dunas danzando bajo la furia del simún. Pero ahora el Reyno Lear se ha convertido en un lupanar y en un antro de maleficios y portentos diabólicos. En nadie confío, siento que hasta mi sombra un puñal levanta, y mi Therese duda entre un plebeyo de poderes negros, que en el esplendor que sería este reino, si de poesía, laureles, olivos, juegos, belleza, cantos y danzas lo llenásemos. Pero parece que falos y faunos, orgías y concupiscencia pueden más que Amor en llama azul en este Estado. Nosferato y Dioniso que siembran la plaga, espero que mis fieles Historiador Van Helsing y Sir Ugolino, descubran y los acaben. El Cardenala y la Triministra se harán cargo del Gobierno, ya que sin reina queda el reino ni tampoco heredero directo ni indirecto. Con el corazón en mis manos, sangrante, abandono el Mundo. Me voy a una isla lejana, con mis libros, como Próspero, ya que ni una hija tengo, que me acompañe en mi destierro, que por mí propio poder me inflijo. Allá, en esa isla, veré el mar, los crepúsculos, las mareas y la luna abrazarse, como antes mi cuerpo y el de Therese, cuando sus ojos me cobijaban y por mis manos su cuerpo era modelado. Tal vez, alguna noche, su rostro en la luna vea reflejado, o en la salina y azul llanura, ensueñe. Y con mis libros me haré viejo y hallaré a ellos abrazado mi muerte. Que después de tantos trabajos y tantos días, el mejor amigo de un rey sabio, es un libro de horas donde se sueñe la vida, que mejor sea sueño, espejismo e ilusión vana.